Como pequeño homenaje a Mario Uriburu compartimos las palabras de su hijo Mariano.

Todo empezó cuando repartieron los talentos. Dios dijo: “a este Flaco le vamos a dar un corazón enorme porque es lo único que va a necesitar”. Y por supuesto, Dios tenía razón.

Ese corazón fue el que te llevó a ser lo que fuiste, lo que sos y lo que vas a seguir siendo. Un TIPAZO, como escuché decir a todos tus amigos, un hombre sumamente GENEROSO con lo que tenía, con lo que sabía e, incluso, con lo que no tenía y podía conseguir. Un AMIGO LEAL, que contagiaba su alegría a donde llegara, capaz de juntar unas personas dispersas en un gimnasio y armar el GRUPO DE LAS SIETE con desayunos y comidas memorables. Un ESPOSO maravilloso, romántico, el último caballero, capaz de crear el mejor ramo de flores, casi siempre robadas. Un PAPÁ mágico que siempre supo hacernos sentir que no nos faltaba nada, creando vacaciones en una carpa mejores que en cualquier resort cinco estrellas. Un JUGADOR inquebrantable, de esos que no se dan por vencidos ni aún vencidos. Un ENTRENADOR que siempre supo inspirar y convencer a cada jugador que entrenó. Un gran CHEF, autor de los mejores asados y paellas del mundo. Un GLADIADOR, para enfrentar el cuco mas fiero sin quejas incluso cundo te atacaba con la artillería mas pesada.

Escuché a la gente preguntarse “porque le pasan estas cosas a gente tan buena”. Yo creo, papá, que fue un capricho de Dios. Te vio durante estos 58 años ejecutar todos estos papeles a la perfección que se obsesionó con vos y quiso tenerte con Él, para disfrutarte, para estudiarte, para aprender y perfeccionar su obra. Porque eso llegaste a ser, su obra maestra.

Al llevarte con Él te dio el único título que no tenías. Te convirtió en ETERNO.

Te voy a extrañar papá, mucho. Ya te extraño. Pero me reconforta verte en todas las personas que te conocieron porque supiste llegar para quedarte en cada una de ellas.

Lo hiciste de la mejor manera Mario Uriburu, nadie lo podría haber hecho mejor.

Te amo.

Mariano.