Mostrando entradas con la etiqueta La columna de Sebastián Perasso. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta La columna de Sebastián Perasso. Mostrar todas las entradas

El mejor entrenador

miércoles, 25 de julio de 2012 0 comentarios

sebastian perasso rugby didacticoEn esta nueva entrega semanal, Sebastián Perasso se pregunta sobre que es lo que le da valor a un entrenador.

Siempre me ha resultado difícil establecer y fijar una escala y ranking de jugadores teniendo en cuenta su desempeño deportivo.

Se debe hablar – a mi juicio – de jugadores útiles y valiosos, o por el contrario, de jugadores poco relevantes para un team; en vez de tener la ligereza y arrogancia de tildarlos de “buenos” o “malos” sin estaciones intermedias.

En un deporte tan complejo como el rugby, donde la diversidad de tareas escapa a lo que las estadísticas puedan marcar, es por demás injusto clasificarlos y establecer una escala perfecta de rendimientos.

Cuando cotejamos jugadores tan disímiles y de características tan distintas entre jugadores del mismo puesto, resulta un contrasentido decir que un jugador es mejor que otro. Seria como comparar en el centro de la cancha, a un jugador impredecible, elegante y veloz como el australiano Brett Papworth, con el neozelandés John Tito Stanley, mucho más fuerte y tackleador, pero sin las destrezas ni la velocidad de aquel.

En igual sentido, establecer un ranking de entrenadores es – a mi criterio – una tarea más engorrosa todavía.

Una pregunta clave merodea en mi memoria desde hace tiempo ¿Quien es el mejor entrenador de rugby? ¿El que ha ganado más partidos o el que perdura más tiempo en el cargo? ¿Aquel que es amigo y confidente de sus jugadores o el que estudia y conoce profundamente el juego? ¿El que es un extraordinario orador o el que maneja las tácticas y estrategias con maestría y sapiencia?

Si bien en este asunto no hay respuestas simples ni conclusiones tajantes, creo que vamos a coincidir que el mejor entrenador es el que es capaz de elevar el rendimiento de sus jugadores – y en consecuencia del equipo – a su máxima expresión.

Pero, así como no hay equipos iguales ni situaciones idénticas, es posible que un gran entrenador para un equipo determinado no sea el coach ideal para otro. Por ello, la complejidad para establecer escalas es mayúscula.

La tarea del entrenador es tan grande, compleja y abarcativa que resulta imposible en la practica encontrar en el primer nivel un coach que sea mejor que otro en todas las facetas posibles (comunicador, motivador, educador, líder, desarrollador de jugadores, organizador, constructor de relaciones, estratega, etcétera), porque de hecho debería serlo en todos los rubros que la componen.

A su vez, la tarea del entrenador no se agota en el verde césped, por lo que medir el rendimiento solo dentro del campo de juego es a mi juicio equivocado.

En definitiva, no hay en el primer nivel del deporte, mejores o peores entrenadores, sino que hay coaches con determinadas características, que pueden explotar mejor que otros un determinado perfil.

Es posible que cada entrenador tenga un determinado costado o perfil rescatable.

Así, algunos tendrán el mote de “grandes motivadores”; otros de “grandes conocedores del juego”; o “grandes estrategas” por ejemplo.

Es cierto también, que algunos equipos necesitan de un determinado entrenador en detrimento de otros, a fin de poder acercarse a su máximo potencial y a su pico de rendimiento deportivo.

Por ello, un equipo con reconocidas virtudes físicas y técnicas, pero con un aspecto mental deteriorado y debilitado, necesitará a todas luces de un gran motivador; de un coach que fortalezca en primera medida las habilidades mentales de sus dirigidos.

Aquel equipo que es unido, sacrificado y fuerte mentalmente, pero que carece del conocimiento de las destrezas básicas elementales, necesitará imperiosamente un entrenador estudioso y preparado en el conocimiento del juego para que su equipo se acerque y alcance su mejor performance posible. Y aquel equipo que navega a la deriva sin una táctica o estrategia de juego determinada, necesitará de un entrenador apto para explotar las virtudes propias y encontrar y usufructuar las debilidades y defectos del rival.

Hay – en rigor – entrenadores diferentes, cada uno con su perfil característico, que lo convierte en valioso según el equipo involucrado.

Los buenos entrenadores son realmente aquellos que contribuyen a que sus dirigidos disfruten aprendiendo a dominar nuevas habilidades, se complazcan y encuentren alicientes en las emociones de la competición y por sobre todo se sientan realizados.

No obstante, los entrenadores de éxito no solamente están circunscriptos a las aptitudes y técnicas del deporte, sino que exceden ese ámbito. Esto es, no solo enseñan los secretos del deporte, sino que además construyen y modelan las habilidades necesarias para vivir y desempeñarse con eficacia en la sociedad.

por Sebastián Perasso - Rugby Didáctico.

» Recomendado:
09- La empatía como aptitud del entrenador.
08- La filosofía del entrenador.
06- El entrenador como constructor de relaciones.
05- La autoconfianza.
04- El aspecto mental del kick.
03- Héroes anónimos.
02- El espíritu del rugby.
01- El rugby como herramienta transformadora.

El entrenador como constructor de relaciones

viernes, 20 de julio de 2012 0 comentarios

sebastian perasso rugby didacticoSon muchas las labores de un entrenador de rugby. Así lo analiza Sebastián Perasso en esta nueva entrega semanal, apela aquí a los filósofos griegos para analizar como deben construir sus relaciones los entrenadores.

El entrenador es el encargado de conducir al equipo hacia el objetivo buscado, es decir, de fijar el rumbo. En el ejercicio de su potestad de conducción es el que ejerce el liderazgo del equipo.

En ese sentido, al entrenador le compete establecer las relaciones entre los distintos miembros que componen un equipo. La calidad, solidez y grado de confianza en que se basen y apoyen las relaciones dentro del grupo, determinará – en gran medida – el éxito en la empresa de que se trate.

El entrenador debe apuntar, en primera medida, a construir relaciones que funcionen, y esas relaciones se basan indefectiblemente en la confianza.

Una de las virtudes más importantes que poseen los grandes líderes, es ejercer el arte de construir relaciones que funcionen. En la práctica, no es posible encontrar relaciones duraderas, edificadas bajo cimientos o pilares que no sean la confianza, como podrían ser la dominación, la subordinación o el miedo, por ejemplo.

En la tarea de construir relaciones, aparecen varios interrogantes que hacen a la conducta del líder y que merecen ser analizados con cuidado y detenimiento: ¿el entrenador debe tratar a todos los jugadores por igual? ¿debe ser flexible con alguno en detrimento de otros, teniendo en cuenta circunstancias y caracteres particulares de sus dirigidos?

A los efectos de adentrarnos en esta cuestión, considero necesario remontarnos muchos siglos atrás, recogiendo el análisis que sobre el tema hicieran los filósofos griegos Aristóteles y Platón.

Aristóteles sostenía en su libro “Política” la distinción entre dos conceptos de igualdad distintos: la igualdad aritmética y la igualdad geométrica.

La igualdad aritmética da porciones iguales a todos (independientemente de su valor); es decir que le da lo mismo tanto a las personas iguales como a las desiguales. En tanto, la igualdad geométrica implica que los iguales deben ser tratados de manera igual por las leyes, si sus circunstancias son similares en los aspectos relevantes.

Asimismo, esa clase de igualdad presupone y requiere que los desiguales sean tratados de manera desigual (la desigualdad en el trato debe ser proporcional a la desigualdad considerada).

Menciona también Aristóteles que cuando éstas condiciones son satisfechas, se habrán regulado las relaciones entre las personas de una manera justa, aunque - en virtud de la desigualdad existente - alguna de ellas hayan sido tratadas de manera distinta.

En su criterio, la igualdad geométrica o también llamada proporcional, es la más importante.

Tanto Aristóteles como Platón consideran el principio de la igualdad aritmética como un error, el cual es subsanable a través de la igualdad geométrica, dando porciones (tratos) iguales a personas que son iguales y porciones desiguales a personas también desiguales.

A fin de señalar la inconveniencia de aplicar la igualdad aritmética, Aristóteles afirmaba que “es tan injusto tratar a iguales desigualmente, como a desiguales, igualmente.”

Hecha esta pequeña introducción, resta saber sobre qué clase de igualdad deben basarse y apoyarse las relaciones del entrenador con sus jugadores.

Quienes pregonan una igualdad de tipo aritmética dirán que “todos son iguales, porque todos son jugadores”. Por el contrario, quien adhiere a la igualdad geométrica en el trato, dirá que “todos los jugadores son distintos y que cada persona es única e irrepetible.”

En mi apreciación personal, me inclino por sostener una igualdad geométrica en el trato, apuntando a que las personas (como las situaciones) desiguales, deberán ser tratadas de un modo desigual, pero midiendo y calibrando las desigualdades con una misma vara.

Esto último es fundamental porque de lo contrario la igualdad geométrica se transformaría en desigualdad lisa y llana e injusticia en el trato.

Medir con la misma vara, implica ser justo en el trato. No ser rígido e inflexible para algunos y excesivamente permisivo y tolerante para otros. Si sostenemos una igualdad aritmética cometeríamos un error, porque estaríamos tratando igual a jugadores que posiblemente no lo sean.

Es un hecho que no todos los jugadores son iguales. Para algunos una palmada o una palabra de aliento es un derroche de motivación y confianza y para otros puede resultarles indiferente. Por parta parte, no todos se motivan de la misma manera, por lo que la misma receta no tendrá igual recompensa si cambia el destinatario.

Que el entrenador tenga ciertas licencias y consideraciones con uno en detrimento de otros, o que haga diferencias puntuales en ciertos aspectos, es entender y comprender la naturaleza humana del deportista y su realidad actual.

De la misma forma, aquel padre que le presta mas atención a su hijo descarriado por sobre el otro – más centrado y responsable – no significa en manera alguna desigualdad o que lo quiera más que al otro.

Será importante, entonces, que el entrenador desarrolle la capacidad de evaluar la conveniencia o no, de practicar cambios en el trato que eleven la autoestima de los jugadores y bajo ningún concepto alteren al grupo, ni produzca resentimiento ni quejas en los demás.

Sin embargo, a pesar de los matices en el trato, producto de la aplicación de una igualdad de tipo geométrica, todo debe tener un límite. Bajo ningún concepto es posible sacrificar reglas y pautas generales de comportamiento para atender motivos particulares. De lo contrario, entraríamos en el relativismo de tener que poner a consideración absolutamente todo, en aras de poder atender cada una de las situaciones particulares de los jugadores.

En rigor, lo que puede haber es flexibilidad en el trato, producto de los caracteres y personalidades distintivas de cada jugador, pero siempre inflexibilidad o rigidez en cuanto al acatamiento de las leyes y normas preestablecidas.

El entrenador deberá encontrar el equilibrio adecuado para no generar celos ni antipatías entre los jugadores, resguardando por sobre todo la unidad del grupo.
En síntesis, llevar adelante la conducción de un grupo y establecer las relaciones entre sus miembros es un verdadero arte, que nunca va acompañada de la misma receta, por lo que está en cada entrenador como conductor, encontrar la mejor manera de optimizar las relaciones entre sus dirigidos.

por Sebastián Perasso - Rugby Didáctico.

» Recomendado:
09- La empatía como aptitud del entrenador.
08- La filosofía del entrenador.
07- El mejor entrenador.
05- La autoconfianza.
04- El aspecto mental del kick.
03- Héroes anónimos.
02- El espíritu del rugby.
01- El rugby como herramienta transformadora.

La autoconfianza

miércoles, 4 de julio de 2012 0 comentarios

sebastian perasso rugby didacticoEn esta oportunidad Sebastián Perasso habla sobre la importancia que tiene el aspecto mental en la preparación para un partido y como llevar esa autoconfianza durante los ochenta minutos.

La autoconfianza es la seguridad y convicción que tiene el jugador de ser capaz de resolver los problemas que presenta el juego.

Cuando un jugador tiene confianza no lo afecta la presión y disfruta de los desafíos.

Un jugador confiado es más positivo, más agresivo y atrevido. En definitiva un jugador con confianza es un competidor distinto.

Un jugador que se siente considerado y valorado es sin lugar a dudas un mejor jugador de rugby, con el aditamento de que su entusiasmo y predisposición al juego creará un círculo virtuoso donde su confianza y motivación redundará en beneficio de sus compañeros y en definitiva el principal beneficiario será el equipo.

Ahora bien, un jugador que se siente desplazado, poco considerado y olvidado baja notablemente su confianza y consecuentemente su rendimiento deportivo decae. Por ello, es importante la tarea de los entrenadores en ese sentido.

Un jugador que no tiene confianza cualquier desafío, por pequeño que sea, le resultará lejos de su alcance.

La perdida de confianza puede ocasionarse por múltiples motivos pero por lo general los problemas físicos o el escaso apoyo o consideración de sus entrenadores son muchas veces determinantes.

Un jugador puede presentar confianza baja o exceso de confianza.

Cualquiera de los dos extremos son perjudiciales o contraproducentes.

Aquel jugador que tiene falta de confianza centrará más su atención en sus puntos débiles que en sus habilidades.

Asimismo, el exceso de confianza de un jugador provoca una falsa seguridad de sí mismo. Como consecuencia el rendimiento disminuye, porque cree que no debe esforzarse para mejorar.

Esto lleva a sobrestimarnos y no prepararnos bien de cara a una competición.

Por otra parte, son grandes enemigos de la confianza, la duda y el temor al fracaso.

El entrenador debe trabajar en hechos que le den confianza al jugador como por ejemplo:

• hacer buenos entrenamientos.
• tener una buena preparación física.
• practicar la visualización mental del éxito.
• tener pensamientos positivos.
• lograr metas u objetivos.
• recibir elogios de personas influyentes (entrenadores, compañeros)

Los tics y cábalas constituyen mecanismos de defensa que los jugadores utilizan con frecuencia frente a situaciones de presión.

Para vencer el estrés, los deportistas desarrollan instintivamente una serie de tics o de rituales.

Estas pequeñas manías permiten tranquilizar al jugador y darle confianza.

Por ello, las cábalas son siempre bienvenidas porque permiten al jugador ganar en confianza y despojarse de sensaciones de temor e inseguridad.

Así, cambiarse en el mismo lugar del vestuario o jugar con la misma camiseta son rituales muy usuales que contribuyen a creer en sí mismos.

Pierre Berbizier por ejemplo, siempre se ponía su ropa en el mismo orden, de abajo hacia arriba antes de cada encuentro.

A veces, los rituales son colectivos: una mascota, ir a comer a un determinado lugar, etcétera.

En el tenis, por ejemplo, hacer picar la pelota varias veces o arreglar el encordado son tics que sirven para no exteriorizar lo que sienten y permanecer concentrados.

Sin dudas que para llegar al más alto nivel el deportista debe tener confianza en sí mismo e intentar abstraerse de las presiones externas o internas que pueden llevarle a dudar de sí mismo. De lo contrario, se arriesga a sentirse estresado o angustiado.

por Sebastián Perasso - Rugby Didáctico.

» Recomendado:
09- La empatía como aptitud del entrenador.
08- La filosofía del entrenador.
07- El mejor entrenador.
06- El entrenador como constructor de relaciones.
04- El aspecto mental del kick.
03- Héroes anónimos.
02- El espíritu del rugby.
01- El rugby como herramienta transformadora.

El aspecto mental del kick

miércoles, 27 de junio de 2012 0 comentarios

sebastian perasso rugby didacticoEn esta oportunidad Sebastián Perasso analiza como debe enfrentar los kicks quien tenga la responsabilidad de patear para su equipo.

Ingresar en el aspecto mental, es abordar el límite o la barrera que separa al gran pateador del pateador irregular o poco confiable.

Es el pateador, como ningún otro jugador, el que pone a prueba sus habilidades mentales de manera más cruel.

Si el pateador está sin confianza, si se encuentra tenso, si no está concentrado, si no está focalizado en su objetivo o si no está relajado, ello repercutirá enormemente en su performance.

Por el contrario, si un primera línea está tenso o poco relajado poco importará, ya que su función le permite otro grado de tensión muscular.

¿Porqué algunos jugadores con una técnica perfecta marran el kick que más deseaban embocar? ¿Porqué un jugador cuanto más anhela convertir más difícil le resulta lograrlo? Porque quien no tenga o no incorpore fortaleza mental, no estará en condiciones de convertirse en un pateador confiable.

Lo primero que debemos decir es que todos los pateadores – incluso los grandes pateadores – han sentido y sienten presión. Eso es absolutamente normal y común que suceda.

Todos los pateadores, cualquiera que sea el nivel de competición, deberán convivir con la presión. Por ello, aquellos que puedan manejarla en su beneficio serán los que se distingan del resto y saquen provecho de esa situación.

Imaginemos una final donde transcurrido el tiempo reglamentario y en la ultima jugada el equipo puede pasar al frente si el pateador convierte un penal de escasa dificultad. Si piensa que con su kick decide no solo su suerte sino también la del resto de sus compañeros y la del entrenador; si vislumbra que todos están pendientes del kick, desde sus amigos y familiares hasta sus rivales; si piensa que puede echar a la borda el enorme esfuerzo de toda la temporada, la presión lo asfixiaría y sería decididamente incontrolable.

Pensemos ahora en un partido internacional, en una definición mundialista, donde un kick es lo que determina que miles y miles de personas en la cancha estén alegres o tristes; donde se decide que millones de personas de un país estén orgullosas y satisfechas por el logro; donde está en juego el honor de una nación. Pensar fríamente todo ello, haría entrar en pánico a cualquiera. No habría un solo jugador que no se encontrara desbordado psicológicamente por completo.

Por ello, quien pretenda ser un buen pateador deberá dominar sus sensaciones y su cuerpo, como condición para lograr una buena fortaleza mental.

En conclusión, lo que distingue a pateadores confiables del resto, es la respuesta que tienen frente a la presión.

Los buenos pateadores están en condiciones de controlar o dominar la presión que sienten.

Algunos apuntes útiles para dominar la presión son los siguientes:

1º) Control de la situación

Si el pateador permite que el miedo lo controle (y no viceversa) es posible que sea presa fácil del pánico.

Por ello, lo primero que debe tener un jugador en situaciones de extrema presión es control de la situación.

Muchos hechos pueden generar miedo o presión, como es el caso de un kick importante, pero esa circunstancia puntual (como tantas otras en la vida cotidiana) puede ser interpretada o valorada de dos maneras diametralmente opuestas:

- como una amenaza
- como una oportunidad

Si consideramos al acto de patear un penal decisivo como “una amenaza” entonces el jugador se llenará de presión, se pondrá tenso, poco relajado y seguramente la situación lo terminará por desbordar.

Por el contrario, si el jugador lo considera como una oportunidad; como una chance inmejorable para lograr la valoración de sus compañeros; como una posibilidad para poner a prueba sus destrezas y para demostrarse y demostrar que ha mejorado, entonces estará energizado positivamente y enfocado para ejecutar su mejor kick.

Por último, un ejemplo en otro ámbito distinto es igualmente válido para representar ambos comportamientos:

Imagínense una persona que debe hablar en público ante una multitud. Es posible que la persona esté tensa y sumamente nerviosa. Frente a ese panorama de pánico para muchos, dos actitudes son posibles.

Tomarlo como “una amenaza” donde todos lo observan y lo acosan con su mirada o por el contrario asumir su rol como importante y tratar de ser consecuente con la distinción, “agrandándose” en el sentido vulgar de la palabra para entregar su mejor versión.

2º) Ser positivo y optimista

Eliminar los pensamientos negativos es un elemento decisivo para lograr fortaleza mental, ya que empaparse de emociones negativas solo generan más presión.

Si pienso que si fallo me van insultar; que si no emboco perderemos por mi culpa; que si no convierto, tiro por la borda todo el duro trabajo realizado, entonces no estaré eligiendo el camino correcto para convivir con la presión.

3º) Estar confiado

El jugador confiado tiene las mejores chances de ejecutar mejor el kick, pero ¿cómo se logra estar confiado?

Algunas muletillas son las siguientes:

- Es saludable que el primer kick del partido sea fácil o medianamente accesible, porque fallar el primer intento a los palos es predisponer mal al pateador y produce más presión y desconfianza en sus aptitudes.

A su vez, embocar el primer intento le otorga mayor confianza para encarar de manera óptima los sucesivos intentos.

- Saber que si uno patea es porque sus compañeros lo han elegido y han confiado en él. Que es la mejor carta para esa tarea.

En definitiva, el pateador debe decir “ellos confían plenamente en mí al darme esta responsabilidad.”

- Imaginar inconscientemente como si cada kick fuera el primer kick del partido. Así, cuando el pateador viene de una seguidilla de desvíos evitará llenarse o cargarse de frustraciones por sucesos anteriores.

- Decirse constantemente cosas que den confianza.

Por ejemplo “siempre la metí desde allí”, “es fácil desde ese lugar”, “puedo hacerlo tranquilamente”...

4º) Estar sereno y relajado

El hecho de que el pateador esté relajado y sereno es consecuencia de tener el control de la situación y de su grado de confianza.

Un jugador que no está confiado es un jugador tensionado y nervioso.

El neozelandés Grant Fox era un ejemplo de verdadero control de su cuerpo y de sus emociones. Lo más parecido a un golfista jugando al rugby.

En su extensa carrera en los All Blacks nunca lo he observado desbordado emocionalmente. Jamás transmitió miedo, ni ansiedad, ni excesiva confianza o motivación, siempre demostró absoluto control de su cuerpo y de mente.

Los golfistas profesionales son el ejemplo mas acabado de control mental y de sus emociones. Nunca trasmiten demasiada euforia ni gran enojo, porque ello lleva a perder el estado de relajación y calma tan necesario para desarrollar un buen swing.

Sin embargo en el rugby, por ser un deporte de contacto, resulta mucho más difícil lograr un estado optimo de relajación, ya que en escasos segundos el pateador deberá pasar de una situación de extrema tensión (por ejemplo, un tackle) a un estado de relajación absoluta (kick a los palos).

En resumen, quien pretenda ser un pateador eficiente deberá estar en condiciones de dominar sus emociones, sus ansiedades y miedos.

Por último, una recomendación adicional podría estar dada por el hecho de trata de ser de alguna manera un poco inconsciente. No analizar todo lo que representa el kick porque seria difícil de controlar y la situación nos desbordaría por completo.

Como dice Jonny Wilkinson: “en vez de apuntarle a los palos, hay que pensar que justo detrás de esos palos, en la tribuna, hay un par de amigos tomando cerveza. Tratar de que la pelota vaya dirigida a ellos es recomendable para quitarse presión y no representarnos la importancia de la situación.”

por Sebastián Perasso - Rugby Didáctico.

» Recomendado:
09- La empatía como aptitud del entrenador.
08- La filosofía del entrenador.
07- El mejor entrenador.
06- El entrenador como constructor de relaciones.
05- La autoconfianza.
03- Héroes anónimos.
02- El espíritu del rugby.
01- El rugby como herramienta transformadora.

Héroes anónimos

jueves, 7 de junio de 2012 0 comentarios

sebastian perasso rugby didacticoEn esta oportunidad publicamos un artículo de Sebastián "Cheba" Perasso, homenajeando a todas las personas que hacen posible que nuestro rugby sea único en el mundo, nuestros... "HÉROES ANÓNIMOS".

Les propongo rescatar del olvido a aquellos hombres que hacen una contribución determinante para la salud de nuestro deporte.

Aquellos que, navegando en el más absoluto anonimato y dentro de un mar revuelto de contrariedades guían y conducen a sus jugadores a buen puerto enriqueciendo al rugby con sus lecciones.

Ellos son los héroes anónimos de nuestro deporte y en esta sección los invito a rendirles su merecido homenaje.

Alejados de las cámaras y los flashes - siempre amigos de la fama o el prestigio - llevan adelante una labor valiosísima en el más absoluto de los anonimatos.

De espaldas a alguna consideración o reconocimiento público trabajan a destajo y disfrutan enormemente lo que hacen.

No reciben agasajos oficiales ni tampoco caravanas de fieles seguidores.

No tienen apoyos ni reconocimiento, e incluso no son depositarios de elogios o afecto desmedido.

No generan fanáticos ni meros seguidores y no arrastran a obsecuentes o aduladores.
Están ajenos a la consideración de la prensa pues no producen alegrías emanadas de algún triunfo épico o alguna victoria memorable. Así, caminan de espaldas a la consideración general.

Sufren muchas veces la falta de apoyo y el abandono y saben - más que ninguno - de limitaciones y contrariedades permanentes.
Largos viajes, canchas e instalaciones poco acondicionadas y escasos colaboradores enarbolan un panorama sombrío.

Sin embargo, sacan pecho frente a las contrariedades y anteponen su misión y sus sueños por sobre el resto.

Ellos muestran hidalguía y grandeza, y nos enseñan ciertamente el camino a seguir.

Ellos son absolutamente indispensables en un deporte - y en un mundo - cada vez más contaminado.

Realizan una tarea monumental, una labor impostergable que no es otra que la de mantener al deporte en condiciones saludables.

Son los culpables de que el juego continúe siendo lo que ha sido siempre: una herramienta transformadora.

Me refiero a los miles y miles de entrenadores y colaboradores anónimos, que con vocación y pasión cumplen su misión con encomiable esmero.

Mi carrera como jugador me permitió conocer y enriquecerme de innumerables historias de rugby (y de vida) que me han marcado positivamente.

Son historias alejadas de las gestas heroicas, de las epopeyas deportivas construidas en canchas repletas.

Pude conocer el ejemplo y el desinteresado aporte de muchos entrenadores y hombres de rugby que merecen un reconocimiento y un elogio por su trabajo.

Las historias de rugby vividas en innumerables giras de mi infancia y juventud, me permitieron conocer el valioso aporte que realizan.

Historias como las del club Sixty de Resistencia, Chaco; de Aranduroga de la Ciudad de Corrientes, del club Urú Curé de la Ciudad de Rio Cuarto, Córdoba; del club Rivadavia en la Provincia de Mendoza, o del Puerto Madryn Rugby Club en la Provincia de Chubut, son tan solo unos pocos de los tantos ejemplos que enaltecen y engrandecen al deporte con sus lecciones.

Siempre nos recostamos en historias deportivas construidas dentro del campo de juego. Por ello, muchas veces no posamos nuestra atención fuera del perímetro de un estadio.

Allí afuera, hay muchas otras actuaciones memorables que también merecen ser contadas. Son las historias de nuestros héroes anónimos, historias que son dignas de valoración y reconocimiento.

No se trata aquí de desmerecer la labor deportiva de nuestros jugadores más notables, responsables éstos, de las epopeyas deportivas y gestas históricas de nuestro rugby, porque son - en rigor - dos mundos absolutamente distintos.
Unos construyen y edifican alegrías duraderas, otros en cambio entregan emociones fuertes pero pasajeras.

Unos edifican una sociedad mejor, otros nos transmiten honor y orgullo.
Unos construyen prestigio deportivo y otros conservan la esencia del deporte y logran dejar una huella.

Ambos, se sientan sobre actuaciones colosales que nos llenan de satisfacción y legítimo orgullo.

Cada uno a su manera construye un deporte mejor.

Desde esta pequeña tribuna brindo un merecido homenaje a todos aquellos entrenadores y hombres de rugby que enriquecen al rugby con sus lecciones…


» por Sebastián E. Perasso - rugbydidactico@hotmail.com

» Recomendado:
09- La empatía como aptitud del entrenador.
08- La filosofía del entrenador.
07- El mejor entrenador.
06- El entrenador como constructor de relaciones.
05- La autoconfianza.
04- El aspecto mental del kick.
02- El espíritu del rugby.
01- El rugby como herramienta transformadora.

El espíritu del rugby

jueves, 24 de mayo de 2012 0 comentarios

sebastian perasso rugby didacticoEn esta oportunidad..."EL ESPÍRITU DEL RUGBY".

¿Qué es el espíritu del rugby?

Sin temor a equivocarme puedo afirmar que el rugby es ante todo un deporte. Sin embargo, el paso del tiempo en complicidad con el crecimiento y evolución que ha exhibido nuestro juego, le ha agregado algunas facetas adicionales. En efecto, hoy el rugby no es solo un divertimento, sino también un espectáculo multitudinario y un suculento negocio.

Basta con observar las ganancias económicas que ha deparado el último mundial disputado en Francia para afirmar que el rugby es un producto cada vez más apetecible.

Incluso, podríamos ampliar aún más su campo de acción, porque nuestro querido deporte vuelve a sentir el orgullo de volver a ser una disciplina olímpica. Un eslabón más para un deporte con carácter multifacético. Pero, más allá de valoraciones y opiniones diversas que se tenga respecto del juego, existe coincidencia de que el rugby es - y ha sido siempre - una herramienta transformadora.

Es decir, un vehículo inigualable que - bien utilizado - esta en condiciones de cambiar la vida de la gente.

Ese carácter peculiar por excelencia es el que hace del juego del rugby un deporte absolutamente único.

Ese elemento adicional y distintivo es el que podemos emparentar con “el espíritu del juego”. Y ese espíritu forma parte importante de su esencia, porque el rugby ha estado desde siempre ligado a su costado formativo.

Ya en sus comienzos, fue ideado como instrumento para ordenar y guiar la vida de los jóvenes.

Aquella monumental obra gestada por Thomas Arnold, Director de la Escuela de Rugby, fue concebida como un medio eficaz para formar personas, como un instrumento idóneo para lograr disciplinar a cientos de alumnos ingleses propensos al descontrol y a la falta de límites en aquel entonces.

A través de su espíritu, el rugby logra llegar a su esencia como deporte. El espíritu del juego lo enaltece y lo eleva por sobre el resto dentro del amplio universo del deporte.

Preservar su espíritu es trascendental, porque esta claro que un rugby huérfano de valores y principios filosóficos no sirve como herramienta transformadora.

El rugby excede lo que significa el juego en sí mismo, porque el rugby es su reglamento pero también su espíritu.

Ese espíritu, que custodiado y transmitido de generación en generación ha logrado mantener su esencia hasta nuestros días y es por ello, una tarea y un compromiso de todos, respetar su filosofía para que siga perdurando a través del tiempo.

Pretender separar lo que hace específicamente al juego, de lo que significa su espíritu, puede conducirnos a una equivocación, porque el espíritu del juego y sus principios fundacionales se forjan a partir de las características particulares que presenta el rugby.

Ambos conceptos están interconectados y no podría entenderse uno sin el otro. Sin espíritu sería imposible jugarlo, y sin sus reglas y caracteres particulares, no se habría forjado ese espíritu para practicarlo.

Si bien resulta difícil precisar y definir la palabra “espíritu”, podría decir, sin temor a equivocarme, que “el espíritu del juego” es la llama que ilumina el camino del rugby.

Es el candelabro que guía nuestro deporte a través del paso del tiempo, o bien una suerte de brújula que conduce a las nuevas generaciones a buen puerto a fin de que no pierdan el rumbo.

En el rugby, el espíritu es la letra no escrita. Es ese código de conducta que no necesita editarse ni publicarse, porque ha sido transmitido por millones de generación en generación a través de los usos y costumbres. No lo podemos ver, pero sabemos que existe y está siempre presente.

En el rugby el espíritu refleja lealtad, corrección y caballerosidad; trasluce hidalguía y grandeza en la victoria, y también corrección y buenos modales en la derrota.

El espíritu del juego es solidaridad, entrega sin límites y compromiso.

Muchos habrán de preguntarse donde se encuentra el espíritu del rugby, y seguramente variadas respuestas se dispararán en forma casi inmediata.

Es posible que algunos, esgrimiendo argumentos convincentes, indiquen que el espíritu del rugby esta solo “en la cancha”, y otros posiblemente dirán que únicamente esta presente durante “El tercer tiempo”.

Sin ánimo de polemizar me atrevo a sugerir que el espíritu del juego está en todos y cada uno de los rincones donde se respira rugby.

Está en la cancha, porque sería imposible practicarlo si no estuviera siempre presente, pero también fuera de ella. Trasciende y sobrepasa los perímetros de un estadio y se muestra custodio de cada recoveco donde se respira Rugby.

En efecto, no se extingue dentro de los perímetros de un estadio, sino que recorre cada lugar donde el rugby es motivo de encuentro: tercer tiempo, vestuarios, reuniones, charlas informales y fiestas de camaradería.

Esta claro que el rugby se ve enriquecido por las enormes diferencias entre sus países miembros.

Más de tres millones de jugadores diseminados en ciento diecisiete países le otorgan al juego una amplitud y una diversidad nunca antes observada. No obstante, esas diferencias externas en su esencia no son tales.

La talla y fortaleza física de los sudafricanos, la técnica depurada de los australianos, la imprevisibilidad de los franceses, el temperamento y la garra de los argentinos, la pasión de los irlandeses, la vehemencia de los samoanos, la plasticidad de los fiyianos, la velocidad de los keniatas o la bravura de los neozelandeses logran sintetizarse y confundirse en un solo hilo conductor: el Espíritu del Juego.

El espíritu no reconoce diferencias ni repara en latitudes, razas o nacionalidades. Es uno solo y equipara a todos haciéndolos absolutamente iguales.

Ese denominador común posibilita que, más allá del dialecto de cada equipo, los jugadores se entiendan y logren hablar "el mismo idioma".

El espíritu es esa poción mágica de entendimiento, que permite acortar distancias, romper barreras y aunar a toda la familiar del rugby en una sola y misma dirección. Conservar, preservar y respetar ese espíritu es una obra y una tarea de todos y cada uno de nosotros…

» por Sebastián E. Perasso - rugbydidactico@hotmail.com

Recomendado:
09- La empatía como aptitud del entrenador.
08- La filosofía del entrenador.
07- El mejor entrenador.
06- El entrenador como constructor de relaciones.
05- La autoconfianza.
04- El aspecto mental del kick.
03- Héroes anónimos.
01- El rugby como herramienta transformadora.

El rugby como herramienta transformadora

jueves, 17 de mayo de 2012 1 comentarios

sebastian perasso rugby didacticoAgradecemos la gentileza de Sebastián "Cheba" Perasso, quien nos acompañara con una columna semanal dedicada a transmitir los principios y valores del rugby, en esta oportunidad..."El rugby como herramienta transformadora".

Hablar de aspectos que hacen estrictamente al juego como ser su costado técnico, táctico o mental es adentrarse en el rugby mismo, pero no en su esencia como deporte formativo.

Por ello, entiendo que el punto de partida para quienes integramos la gran familia del rugby es mantener su espíritu y conservar aquellos principios fundacionales que lo hacen absolutamente distinto y único.

Así, podrán cambiar las reglas, las tácticas o estrategias; podrá cambiar su forma externa o su fachada, pero en su esencia seguirá siendo siempre el mismo.

El rugby - hay que decirlo - es hoy un deporte distinto. Muchas cosas han cambiado a su alrededor. El dinero, los intereses económicos, la fama y los privilegios son moneda corriente y deambulan por el deporte con sobrada naturalidad. Pero esta en nosotros -vinculados al juego- cultivar la inteligencia y la sabiduría de poder cambiar nuestras ideas, sin renunciar ni modificar nunca nuestros ideales.

Empecemos entonces por el principio, que no es otro que el origen del rugby como deporte. El rugby nace en el siglo XIX como instrumento para disciplinar a los jóvenes ingleses, poco apegados al cumplimiento de normas y reglas. Así, casi mágicamente, aquel instrumento magnifico ideado en la Escuela Pública de la Ciudad de Rugby se multiplicó de manera magistral por Colegios y universidades inglesas y logró llegar casi inalterable hasta nuestros días.

El rugby ha sido concebido desde siempre como un instrumento de cambio, como un elemento transformador de la realidad de quienes lo enseñan o practican. El rugby es un deporte formativo y ese valor constituye su elemento distintivo por excelencia, lo cual lo hace absolutamente único en el universo del deporte.

Esta claro que el rugby ha tenido un progreso ininterrumpido y una evolución notable a través de tiempo. Suficiente es observar el grado de crecimiento y evolución como deporte, para darnos cuenta de su real magnitud, hasta convertirlo en el tercer acontecimiento deportivo más relevante de este planeta, solo detrás del Mundial de Fútbol y los Juegos Olímpicos.

También es incuestionable que de la mano de sus nuevas reglas el rugby ha crecido como espectáculo, con mayores televidentes y espectadores cada día.

Pero, al margen de ese panorama tan gratificante y alentador para cualquier hombre del rugby ¿qué seria de este juego sin su poder de transformación? ¿Qué seria del rugby sin su capacidad para transformar la realidad de la gente? En efecto, de poco serviría su alocado crecimiento y difusión por el mundo si el rugby no continúa siendo una herramienta transformadora.

Es saludable pretender su desarrollo y crecimiento, y es lógico también aspirar a que el rugby genere adeptos y simpatizantes por todo el mundo, pero de nada serviría si no va acompañado de su elemento distintivo.

Sin ese valor agregado que lo hace único, sin ese distintivo que lo eleva y enaltece por sobre el resto, el rugby se convertirá indefectiblemente en una disciplina ordinaria, ni más ni menos importante que otras tantas en el universo del deporte.

Sabemos ciertamente que el rugby es mucho más que un deporte, sino - por sobre todo - un medio para formar y educar a las personas, un instrumento para relacionarnos y un vehículo para evolucionar como personas sociales. Esta claro que convivimos a diario en un mundo contaminado, repleto de jóvenes sin rumbo, ni ideales; con individuos carentes de objetivos y sentido de identidad. Para todo ellos, el rugby puede representar un escape. Puede significar una brújula que guíe y orienta la conducta de los jóvenes en medio de tanto barullo y desorientación.

Conservar los principios fundacionales de este deporte constituye hoy el punto de partida, porque esta claro que un rugby huérfano de valores e ideales no sirve como herramienta transformadora. Como hombres de rugby, ese el verdadero desafío que tenemos por delante.

Aquella monumental obra iniciada en 1823, que logró transformar la realidad educativa de Inglaterra a través del rugby, es la que nos pone a prueba casi dos siglos después. De nosotros depende mantener al deporte al margen de la crisis y en condiciones saludables.

» por Sebastián E. Perasso - rugbydidactico@hotmail.com

» Recomendado:
09- La empatía como aptitud del entrenador.
08- La filosofía del entrenador.
07- El mejor entrenador.
06- El entrenador como constructor de relaciones.
05- La autoconfianza.
04- El aspecto mental del kick.
03- Héroes anónimos.
02- El espíritu del rugby.